Actor. Nació en Buenos Aires, el 23 de agosto de 1895 en plena calle Florida cerca de la Plaza San Martín.
Su padre tenía instalado en la zona un almacén de comestibles denominado “Los cuatro hermanos”, designación que respondía a la sociedad que integraban. Desvinculado de ellos, se instaló sólo en la esquina de Gral. Urquiza y Belgrano, frente a la estación de tranvías Caridad. Frecuentó el café “El Gallo”, donde trató a payadores y guitarreros que alternaban con carreros y mayorales de los desaparecidos tranvías a caballo. Allí conoció y trabó amistad con Carlos Gardel.
Los años juveniles transcurridos en el almacén y cancha de bochas, de su padre, fueron de gran enseñanza para su futura labor escénica. Compartió las tareas propias del negocio, ayudando a su progenitor en esos menesteres, con las de la enseñanza en la escuela primaria, en la que confesó que muchas veces fue mal alumno, lo mismo que en la secundaria. A pesar de todo, logró recibirse de contador público. Pero su vocación era la pintura y el teatro. En la primera sobresalió en exposiciones.
Se inició en la escena en enero de 1914, en el Teatro Variedades de plaza Constitución, al lado de los actores Enrique de Rosas y Humberto Zurlo, pero en una temporada muy breve. Después pasaron a Corrientes, donde sufrieron penurias económicas hasta que terminó de dependiente de un boliche. Volvió a foguearse en las tablas junto a De Rosas en un amplísimo repertorio que incluía comedias, dramas, revistas, y sobre todo, sainetes. Para 1918, Arata era ya primera figura y formaba rubro con los grandes. Primero con De Rosas y Pablo Podestá, que tuvo brevísima vida debido al recrudecimiento de la locura de don Pablo, y enseguida otro más duradero con Leopoldo Simari y José Franco, padre de Eva.
En el Teatro Nacional, esta compañía alcanzó su mayor éxito con el estreno de Tu cuna fue un conventillo, de Alberto Vacarezza, donde Arata compuso un memorable Maldonado. Ya con su propia agrupación en la que revistaban Pepe Arias, Nicolis Fregues, Olinda Bozán,Teresa Serrador y Enrique Santos Discépolo, el repertorio de un Arata siempre inquieto y enemigo de la rutina fue creciendo en exigencia hasta presentar Un tal Servando Gomez. de Samuel Eichelbaum, y varias obras de Florencio Sánchez, entre ellas. una polémica versión de Los muertos.
Pero sus aportes mayores estaban por llegar. En efecto, Arata fue el protagonista original de Don Chico, de Alberto Novión, de He visto a dios, de Francisco Defilippis Novoa, y sobre todo, de las más grandes creaciones de Armando Discépolo: Mateo, Mustafú, Stéfano,El organito, Babilonia y Relojero. Arata gozaba de enorme prestigio y popularidad, cuando el 10 de setiembre de 1933 estrenó El gorro de cascabeles, de Luigi Pirandello. Pero esa noche trajo su consagración definitiva cuando el Premio Nobel italiano, de paso por Buenos Aires, concurrió al estreno y al final, desde el escenario, proclamó a Arata el más grande intérprete del protagonista, por encima del mismísimo Ermete Zacconi y dijo: “Un país que tiene un actor como Luis Arata es un país rico en cultura”. En años siguientes, Arata correspondió a esos elogios poniendo en escena otras obras de Pirandello y, en un nivel cada vez mayor de exigencia actoral, abordó El otro, de Miguel Unamuno; El avaro de Moliére (que dirigió Antonio Cunill Cabanellas) y un muy discutido Otelo, de Shakespeare.
El renombre de Arata se extendió aún más gracias al cine, la radio y más tarde la televisión. Para la pantalla actuó desde la época muda (una versión de Resaca, de Alberto Weisbach) y siguió en la sonora con sendas adaptaciones disciplinas (Mateo y Giácomo) con Fuera de la ley y Los tres berretines, con Eltesoro de la isla Maciel y Lo que le pasó a Reynoso, con Barrio gris y La Morocha; Con cinco gallinas y el cieloy su despedida en 1965. En radio tuvieron amplia repercusión sus personajes Crisantemo Panduriño, Don Hilario el guardián de plaza, y sobre todo, Plácido el portero. Y en televisión se destacó especialmente su encarnación en Don Camilo, de Giovanni Guareschi. Como persona, los testimonios coinciden en mostrar a Arata como un hombre calmo y cálido, fundamentalmente bondadoso y alejado de las vanidades de la farándula, de extraordinaria vocación por la pintura, y llevó una vida plena y feliz con su esposa, la actriz Berta Gangloff. Fue presidente de la Casa del Teatro. Falleció en Buenos Aires, el 21 de junio de 1967.