El lector
Ferdinand Hodler fue un pintor suizo que vivió entre mediados del siglo XIX y el siglo XX. Se le atribuye a Ferdinand Hodler una pintura sensible y simbolista de retratos, pero también de unos paisajes con una originalidad única. En una época en la que cuestiones científicas y objetivas imperaban en el pensamiento académico y retumbaban en el arte a través del impresionismo, Hodler, como algunos otros, comenzó a sentir que era necesario destacar lo no empírico. Esto sería entonces revalorizar la subjetividad que subyace a lo aparente. A lo aparente en un rostro, en una escena, en un paisaje, en todo lo que llamamos “realidad objetiva”. Entonces, así fue como valiéndose del color y de la línea dinámica Ferdinand Hodler acercó una particular forma de hacer retratos.
Ferdinand Hodler
Ferdinand Hodler nació en Suiza en el año 1853. Tuvo una infancia feliz, plagada de hermanos y padres trabajadores. Pero el destino y la tuberculosis volaron esta suerte de un plumazo, y pisando los quince años Ferdinand Hodler se encontró huérfano de ambos padres y habiendo perdido a cuatro hermanos. Así, sólo y con un hermano solamente, tuvo que transitar el duelo y empezar de nuevo, el arte fue una gran ayuda para esto y fue un canal donde insistentemente trató el tema de la muerte. Sólo quien sabe su historia entiende el porqué.
Ferdinand Hodler vivió mayormente en Suiza, estudió bellas artes y tuvo un paso duradero por España lo que lo empapó de varias tendencias de la época. Realizó unos 2000 cuadros que se encuentran expuestos en diversos museos del mundo. Se casó y tuvo un hijo. Murió en el año 1918 a la edad de 65 años.
Entre sus obras más significativas pueden citarse: El lector, Mujeres en éxtasis, El leñador, Lago ginebra visto desde Chexbres y La noche. En todas estas obras se vislumbra un entrecruzamiento entre el realismo y lo moderno y con un simbolismo claramente palpable.
El lector
El lector es una bellísima obra que este artista realizó. Se trata de un pequeño óleo sobre lienzo en el que se observa en primer plano y muy de cerca, algo usual en Hodler, a un señor de entrada edad que está leyendo. Su mano grande y entreabierta sostiene su cabeza. Será el peso de las ideas, de la incomprensión o quién sabe qué tormentos. Poco se ve de su rostro y del libro, la mano y la barba lo tapan todo. No obstante, la atmósfera psicológica de tormento y preocupación es palpable.
Realismo, líneas dinámicas, sinuosas pero decididas. Mucho simbolismo para interpretar en esta obra.
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