Escritor nacido en Medinas (Tucumán). el 7 de febrero.
Burgos, discípulo de Paul de 1888. Era hijo de don Pedro Crousac, cuando enseñó en esa provincia, y de don Carlos. Colegio Nacional de Salta, becado por el gobierno de esa Catamarca. Luego inició varias carreras en la Universidad de La Plata, las que abandonó por el profesorado de Matemáticas, paralelamente siguió diversos cursos de literatura a cargo de Ricardo Rojas, Carlos F. Melo, y hasta se desempeñó como auxiliar de la cátedra que Víctor Mercante dictaba en el Liceo de Señoritas. Estos maestros le enseñaron a valorar la riqueza de nuestro idioma, y con ellos aprendió a descifrar los secretos de la composición literaria. Pasó algunos años en Salta, Jujuy, y la que por entonces era la gobernación de Los Andes. Se estableció definitivamente en San Rafael (Mendoza), para desempeñarse en la Escuela Normal como profesor de matemáticas y castellano.
Allí fue un firme “baluarte espiritual”, como dijera la profesora Nélida Salvador, en aquella casa de estudios donde enseñó durante más de treinta años formando numerosas generaciones de maestros. En San Rafael constituyó su hogar donde residió hasta su muerte, y escribió la mayor parte de su vasta producción literaria. Su obra se compone de centenares de cuentos, de varias novelas, poemas y de algunas piezas de teatro. Su pluma se mueve en torno al protagonista, que es el mismo autor más o menos disimulado. Pero aparte de ello, hay que significar que el “terruño” no fue solamente Tucumán, su provincia, sino como expresó Carmelo M. Bonet, se extendió a todas las provincias andinas y del Norte, con cuya vida está identificado y cuyo suelo ha recorrido tantas veces observando costumbres, estudiando tipos, asimilando lenguaje. Estaba tan consustanciado con la vida provinciana que en el patio de su casa colocó dos telares criollos en los que a menudo con su esposa María Elena Catullo, se dedicaban a tejer mantas, alfombras y chalinas de motivos norteños, llegando a ser verdaderos especialistas en esta difícil técnica. En 1926.por Antonio Sagarna, fueron comisionados oficialmente para efectuar estudios sobre tejidos incaicos y pre colombinos en Bolivia y Perú. Fruto de ese viaje es el libro Tejidos incaicos y criollos (1927), escrito por el matrimonio. Después, el doctor Sagarna les encomendó la implantación de telares en la escuela normal de San Rafael, donde durante largos años enseñó a su esposa.
En época de vacaciones solía emprender frecuentes viajes por el país. Recorrió también varios países sudamericanos: Chile, Perú, Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay, parte de Europa, África y del Asia Menor. A través de ese peregrinaje logró un mayor acopio de materiales para sus creaciones literarias en los que aparece la fisonomía típica de esos pueblos sudamericanos, casi toda su obra estuvo referida al conocimiento íntimo de nuestro país. Entre sus novelas se destacan: María Rosario (1924); Kunchis Soruco (1928); con la que obtuvo Primer premio en el Concurso Municipal de Mendoza (1929); El gringo (1935), referida a San Rafael industrioso; El Salar (1935), desarrollado en el escenario hostil de la Puna, azotado por vientos y tragedias donde su población paupérrima corta panes de sal para sobrevivir; en Motivos en ruina (1937), se explota el dramatismo y la nota patética; Refugios de almas (1937); Los Regionales (1939); Don Javier de Guandacol (1940), como en la anterior y en algunos capítulos de ésta, traen recuerdos de las pillerías juveniles de la época estudiantil; Aire del mar (1944),evoca eL largo peregrinaje de sus viajes y la travesía por el Mediterráneo; Lucero de un alba (1946) y Niebla de sueños (1949).Burgos escribió su Autobiografía, en Gonnet (Prov. de Bs. As.), en julio de 1951.
Falleció en San Rafael (Mendoza), el 19 de mayo de 1953. “Fue uno de los más difundidos autores de relatos cortos, no sólo sobre motivos de su tierra natal, sino también sobre temas de ambiente cuyano y puneño”.