Maruja Mallo

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Una pintora creativa y sociable

En el mundo del arte pueden conocerse todo tipo de personalidades. Desde los más tímidos y retraídos que pueden pasar días enteros encerrados en sus estudios a los más egocéntricos, narcisistas o histriónicos. Puede decirse que Maruja Mallo, en este espectro no corresponde a ninguno de los dos polos. Pero sin duda puede catalogarse como una mujer sociable, apasionada y fuerte. Fue una de las mujeres que pisó fuerte, aunque cuando ella vivió el arte seguía siendo un poderío masculino. No obstante, cada ciudad que pisaba con sus tacones, recibía un cimbronazo de frescura y pasión únicas. Y en cada ciudad, ganaba un centenar de amigos, amigas artistas, escritores, e intelectuales de todo tipo.

Maruja Mallo

Maruja Mallo nació en Madrid en el año 1905. Tenía trece hermanos, pero esto no le impidió destacarse y hacerse notar en la vida desde siempre. Estudió bellas artes y tanto en Madrid como en París, en Portugal o Buenos Aires no dudó en encontrar de entre todas las personas las más interesantes. Así se codeó con Federico Garcia Lorca, Salvador Dalí, Victoria Ocampo, Matisse, etc…Todos intelectuales que la nutrieron en su estilo único y se vieron enriquecidos con sus ideas de libertad, de creatividad y espontaneidad. Todo esto que cultivaba y emanaba su forma de ser se traducía en su magnífica obra pictórica. Caben citarse, por ende, grandes obras de Maruja Mallo, como, por ejemplo: “Canto de las espigas”, “La verbena”, “Antro de fósiles” y “Protoesquema” entre otras. Mucho de su obra tiene de color y surrealismo, pues no hay que olvidarse que esta artista pisó Paris en el momento que este movimiento estaba en auge. Esta artista vivió entre los años 1902 y 1995. Es decir, vivió absolutamente casi todo el siglo XX, no ha de sorprender cuan moderna y abstracta se volvió su obra en las últimas etapas de su carrera.

La verbena

La verbena es un óleo sobre lienzo que Maruja Mallo pinto en el año 1927. Era joven, tenía apenas 22 años, pero sus ideas eran firmes y resueltas. Ya para ese entonces Maruja había mostrado su carácter fuerte y no dudó ni un segundo en retratar la vida de lo que aun para esa fecha era su casa, Madrid. Maruja era una librepensadora, y una gran defensora de la libertad de la mujer. Cuando pintó esta obra no duda en resaltar a todo color las tradiciones españolas, las tertulias, los bailes y los juegos. Pero entrampado en esta sucesión de figuras y monigotes Maruja Mallo entreteje una solapada crítica a la sociedad de su época.

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