Los paisajes de Monet

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Un culto a la naturaleza, la luz y la estética

Si pudiéramos detenernos en las grandes revoluciones que la industria trajo sería importante reparar en algo muy sencillo y disruptivo a la vez. Los pomos de pintura. Un detalle que nos puede resultar tremendamente obvio en el mundo contemporáneo pero que significó un antes y un después en la pintura. Este versátil, práctico y liviano envase permitió a los artistas circular mucho más libremente por el exterior que lo hacían los viejos y grandes frascos de pintura. Así, con maletín mano y un bastidor, la legión de impresionistas comenzó a conquistar el mundo exterior, la naturaleza y el aire libre.

Claude Monet, muchas veces confundido por un tema gramatical con otro impresionista, Édouard Manet, se distingue de éste y de otros impresionistas porque mantuvo también un estilo pictórico muy personal. Vivió entre el año 1840 y el 1926, es decir una larga y plena vida. Responsable de eso tiene que haber sido la naturaleza, puesto que este artista amó desde un principio retratar el mundo exterior, las flores, los paisajes, las plantas, los arroyos. La luz va mutando a lo largo del día y haciendo cambiar un paisaje enteramente. Realizaba largas caminatas en los jardines de Francia y específicamente los de Giverny donde finalmente vivió. También podía pasar horas y horas fuera, observando, dibujando y pintando. Esas bocanadas de aire fresco fueron seguro las responsables de su longeva existencia.

Como buen impresionista la luz fue protagonista. En el caso de Claude Monet fue una luz que se conjugó con pinceladas ágiles, dinámicas e inexactas. Pero que en una Gestalt resultaban armónicas y coherentes. Detenernos a disfrutar y entender algunas de sus obras sería valioso. Sobre todo, en aquellas en las que los simples detalles de la naturaleza nos hablan de su culto a ella, a la luz y a la estética. 

“Los Nenúfares”

Observar esta obra en persona es realmente algo impactante. Por un lado, si la dimensión contribuye a esto. Es una obra que está expuesta en el Museo de la Orangerie en el barrio parisino de las Tullerías. “Los Nenúfares” es una serie que Monet pintó ya de grande y se trata de seis obras que en su totalidad abarcan más de doce metros cuadrados. En ella el artista representa un estanque que solía tener en su casa de campo de Giverny y en la que se había dedicado a plantar todo tipo de plantas acuáticas.

En “Nenúfares” es posible pararse en el medio del salón e ir girando para que el espectador pueda ir sintiendo el paso de los diferentes momentos del día.  En esta obra a la que en realidad corresponde una infinidad de obras ya que formaron parte de una serie, este artista se abocó por más de ocho años, entre los años 1920 y 1028. Entre pinceladas libres se van plasmando los nenúfares principalmente blancos de hojas verdes que flotan suavemente sobre el agua del estanque de Monet y su familia. Nenúfares que no son retratados al máximo nivel de detalle, pero quedan claros al ojo del espectador. Esta es una de las obras más conocidas de Claude Monet, en la que logra cautivar con su estética y sentido de la calma.

“Álamos”

Esta es otra serie que no se puede omitir a la hora de pensar el amor por la naturaleza que profesaba Claude Monet. En una serie única y cautivadora, el artista se explaya con una cantidad de cuadros sobre los álamos que encontraba en su finca. Esperamos que crecieran uno al lado del otro, rectos, altos y simétricos. Los álamos son árboles que se caracterizan por sus troncos altos, sus copas todo a lo largo pero controladas y unas raíces subterráneas fuertes y desmedidas. Posiblemente así era el arraigo que Monet tenía hacia su tierra. Por tal motivo, aparte de que eran parte de su entorno, sintió una gran fascinación e identificación con ellos. Esta serie fue realizada en el año 1891 y para lograrla Monet tuvo que recorrer un par de kilómetros desde su casa, ya que, si bien estaban en un terreno cercano, no lo estaban tanto. Eran álamos que estaban a orillas de un rio y que el artista decidió retratar. En esta serie prevalecen todo tipo de colores, pero sobre todo los colores pastel. 

Existen infinidad de obras que justifican el amor de Monet por la naturaleza: “Mujer con sombrilla”, “Amapolas”, “Estanque de Ninfeas” y así la lista continúa. Obras sutiles, de colores pastel, que muestran cómo el transcurso del día y de la luz puede operar cambios radicales en los paisajes.

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