Jackson Pollock

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La pintura al servicio del rito

Jackson Pollock (1912-1956) fue sin duda uno de los pintores norteamericanos más influyentes y disruptivos del siglo XX. Trajo junto con su estilo personal y su particular forma de ver el mundo y la religión una nueva forma de pintar. Más allá de que el resultante de sus cuadros, grandes cuadros y su técnica fueron visual y estéticamente diferentes, los valores que atraviesan su proceso de pintar también son radicalmente distintos. Para Jackson Pollock el pintar era un rito. Un rito en el que se ponía el alma y todo el cuerpo. El artista se entregaba en el proceso, como poseído y absorto. Como si de una danza circular o de un rito se tratara.

Cuando se analiza la biografía de este artista, se logra entender las particulares influencias que atravesaron su historia y que lo llevaron a convertirse en semejante artista y creativo. Resulta ser que Jackson Pollock nació en Estados Unidos en el año 1912. Producto del trabajado de sus padres, desde pequeño se vio obligado a salir de su pueblo natal, Wyoming, y atravesar cada uno de los estados de su país. En uno de sus tantos viajes acompañando a su familia, tuvo la oportunidad de conocer a los indios navajos desde muy cerca. Y esta fue su primer gran influencia que lo impacto personal y artísticamente.

Los indios navajos

Con un ritmo único y tambores de fondo Jackson Pollock presenció los rituales de estos indios americanos que viven al sur de los estados unidos. Con sus grandes coronas de pluma y atuendos típicos, pudo presenciar el ritmo y la intensidad de sus rituales. Estos indios pacíficos y muy religiosos bailaban circularmente en sus ritmos, rindiendo honor al cielo y haciendo culto a la tierra. En una unidad mística donde dejaban cuerpo y alma esta imagen imprimió profundamente los recuerdos de Jackson Pollock.

Los muralistas mejicanos

Los muralistas mejicanos como Orosco Gomez o incluso Siqueiros influyeron radicalmente en un concepto de la obra de Jackson Pollock que no abandonó nunca. Para él el formato típico, el bastidor, quedaba obsoleto y pequeño. Le resulta acotado, compacto y un obstáculo para la creatividad y la libertad plena. Lo impactó de los muralistas la posibilidad de desplegar el arte de grandes dimensiones. Donde lo visual se hace gigante, pero también donde el artista ha de poner todas sus fuerzas, energía y cuerpo. Donde el artista queda inmerso en la pintura como si de un rito sagrado se tratara.

Su cosmovisión

Trazando este recorrido es como se puede comprender entonces como Jackson Pollock desarrolló su técnica de “action painting”. Para él pintar era movimiento, era danza, era sudor, era un ritual. Comenzaba lentamente en un estado de concentración. De a poco su cuerpo fluía y empezaba a moverse circularmente alrededor de la pintura. Cada vez más y más rápido. Todo su cuerpo quedaba inmerso en ese proceso de pintar y de danzar. No era algo controlado, sin azaroso. Había una lógica y un plan previo si, pero en el proceso creativo se dejaba llevar.

Su técnica

Su técnica es un técnica más bien expresionista, abstracta y moderna. De hecho, se lo considera uno de los grandes precursores del expresionismo abstracto. Sus cuadros plagados de color y de formas, generan sensaciones, impresiones y asociaciones. Impactan por su color y su tamaño, pero parece también que despertaran arquetipos subyacentes nuestros. Utilizaba todo tipo de materiales para pintar: cepillos, plumas, palos, jeringas, pinceles con los que salpicaba o dejaba chorrear. También introdujo otros materiales como varas, arena, vidrio, cartón. Bailaba, salpicaba, chorreaba, saltaba, giraba y corría dentro de su obra. Por eso, si bien grandes, los soportes debían de ser rígidos y muy fuertes. 

Un final difícil

Jackson Pollock murió a la temprana edad de los 44 años en un accidente de auto mientras conducía alcoholizado. Su historia no fue fácil, pero de ese carácter fuerte y audaz surgió una obra artística única. Fue autor de más de 500 obras que hoy se encuentran en diversos museos del mundo y mayoritariamente en los Estados Unidos. Ninguno de sus cuadros tenía nombre, fueron numerados por Jackson Pollock, según su orden de creación ¿Para qué? Para que nada en ese nombre condicionara el acto de observar y vivenciar la obra por parte del espectador. 

Observarlo pintar a Jackson Pollock era observar un ritual creativo, una danza circular de los navajos, un rito religioso que se completa cuando el observador proyecta su propio inconsciente. 

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