Un museo único
Escultura y pintura italiana, pintura francesa de todos los periodos, arte griego, islámico, etc.…grandes obras universales recorren los pasillos de este majestuoso museo nacional que en realidad surgió como una fortaleza a la muralla que ya se había construido en París. Se comprobó con los años que incluso la zona donde está ubicado el Museo del Louvre es una zona de gran valor arqueológico, ya que en ella residían grupos de cazadores recolectores.
Su historia y edificio
El Louvre nació como una fortaleza en el año 1165. Plena edad media en la que el rey Felipe Augusto quiso sumar más seguridad a la muralla ya construida alrededor de la zona. Años más tarde, Carlos V en el año 1364 decidió convertir aquello en un palacio. Y años más tarde aún, en los albores de la revolución francesa Luis XVI tomó la decisión de que aquello que funcionaba como residencia de intelectuales se transformara en un museo. Desde allí en adelante una sucesión de reyes fue sumando y agregando ideas y propuestas que fueron enriqueciendo la majestuosidad y belleza del museo que todos conocemos hoy. Desde sus salones, techos, fachadas, escalinatas, salas, jardines y hasta su icónica pirámide vidriada. Un lugar único que con el paso del tiempo también se fue enriqueciendo de conquistas, donaciones y adquisiciones artísticas y culturales que hoy conforman su acervo más preciado. Algunas de ellas:
“La Gioconda”
En la sala de los Estados se encuentra una de las más famosas obras de arte del mundo: La Gioconda Leonardo Da Vinci. Pequeña, enigmática, se erige esta pintura que reúne como diva a cientos de turistas por día que visitan este museo. Su paso por la Gioconda es ineludible. Esta magnífica obra está rodeada por otras que pertenecen a la escuela de Venecia.
La Mona Lisa, como también se conoce a esta obra, llegó a la colección del Museo del Louvre luego de la Revolución Francesa. Se trata de un óleo pintado sobre madera de álamo, lo que hace que deba ser protegida en una especie de vitrina que ayuda a su mejor conservación.
La Gioconda era la mujer del comerciante florentino Francesco del Giocondo. Leonardo da Vinci plasmó este retrato utilizando la técnica del sfumato. Tenue y delicada, en una serie de finas capas, muestra el instante en el que la Gioconda mira. Una leve incongruencia entre su mirada y su sonrisa dejan al espectador suspendido en interrogantes.
“Una escalera para la Victoria”
La escalera de Daru, imponente, blanca y de mármol lleva directamente a la escultura “Victoria de Samotracia”. Héctor Leufel fue el arquitecto que la construyó. Se erigen en vertical y en lo alto se observa esta magnífica escultura. Aquella escultural obra griega que fue encontrada entera, salvo su cabeza, y que nos muestran y reflejan el periodo Helénico. La victoria de Samotracia fue traída años atrás, y en ella se lucen sus magníficas alas, pluma por pluma, su cuerpo y vestido.
Esta escultura de la Diosa de Samotracia es del 190 a.C., o eso se calculó. Fue hallada en el año 1863 en 110 pedazos literalmente, que se fueron plasmando y uniendo uno a uno. Dos expediciones fueron necesarias para juntar todo lo posible, aunque la cabeza y los brazos nunca fueron hallados. El equipo del Louvre hizo luego un trabajo excepcional en su restauración.
Arte egipcio
Sin duda, una de las colecciones más atrapantes e increíbles del Museo del Louvre es la colección de cultura egipcia. Pinturas, sarcófagos, objetos de todo tipo, se erigen en esta sala y hacen sentir al visitante como en medio de Egipto.
Pero esta colección se encuentra tenazmente custodiada por la “Cripta de Esfinge”, una colosal escultura egipcia. Recibe el nombre de la Esfinge de Tanis y posee rostro de rey y cuerpo de león. Es la puerta de entrada a las más de 6000 obras de arte que se encuentran en el museo. Hay salas repletas de jeroglíficos, esculturas y ornamentos y objetos de todo tipo que nos hablan de la vida en el antiguo egipcio.
El Museo del Louvre es un tesoro único. Por la cantidad de obras que alberga, por la diversidad de culturas y períodos que en sus salas se encuentran finamente dispersos y por la majestuosidad de su edificio sin dudas.